Todos extrañamos volver a la canchas.
Sentir el aire fresco en el rostro. Correr hasta que las piernas se fatiguen, hasta que los pulmones pidan un pequeño descanso.
Escuchar el grito del compañero. Marcar, quitar, encarar, asistir, patear al arco. Todo eso extrañamos.
Nos hace falta -y mucho- el amanecer del sábado y domingo para preparar el bolsito, completar alguna obligación pendiente y enfilar hacia la cancha.
Queremos volver.
Porque vivir es jugar futbol.
Y es así. Hay que vivir y para ese primer mandamiento lo necesario es mantener la calma. No desequilibrar la paciencia, sino acompañarla, acomodarla a nuestra propia necesidad y que se convierta en aliada para fortalecer cuerpo y mente con el objetivo del retorno.
Nadie opina que será fácil. A todos nos cuesta modificar hábitos y postergar esa inigualable satisfacción llamada futbol.
Que la vuelta sea un mimo para todos es el gran objetivo.
Calma, muchachos. Todo llega.