Hace mucho, mucho tiempo, María Nieves, mi abuelita materna me dijo que si uno hace fuerza por tratar de soñar algo, al final se cumple. Que si uno se abraza a la almohada y piensa repetidamente lo que se desea soñar, algún angelito se encarga de hacerlo realidad.
Desde los seis años que lo practico y sinceramente, me dio muy buenos resultados. En la infancia, varias veces enfoqué la mira hacia un juguete, alguna pelota, un cochecito… y se hacía.
Un poco más grande, cerraba los ojos esperanzado en que mis sueños se adornen con los gestos y miradas de una compañerita de grado, imaginaba invitarle un helado, una Manón o una mielcita… y les juro que soñaba con eso.
Otras veces, me empeñaba en enfocar el deseo hacia una apilada maradoneana, un caño y sombrero, un cabezazo goleador… y les aseguro…, el sueño se encaminaba por el lado de la pelota.
Pasaron por esta cabecita antes de dormir, abuelos, abuelas, goles, bicicletas, un par de botines inalcanzables, algún capítulo terrorífico de Narciso Ibáñez Menta y hasta me ví como invitado en el cumple de 15 de ese amor imposible de abrazar.
La vida es un sueño interminable. Quien no sueña, no vive. Hoy, en esta semblanza del Día del Niño, quiero soñar con aquello que nos hizo inconmensurablemente dichosos.
Quiero soñar con mis primeros juguetes. Aquellos que, de tan simples, eran indispensables para empezar a traspasar los límites imaginarios de la vereda. Me refiero a las bolitas, la chanti, las figus, el barrilete y el trompo.
Quiero volver a ponerme la “Pulpo” bajo el brazo, mientras espero que mi amigo termine de tomar la leche. Quiero ir de nuevo a los cumpleaños de mis vecinitos, aquellos que se festejaban en casa propia y no como ahora en un pelotero.
Quiero volver de la escuela y mirar Gaby, Fofó y Miliky, Astroboy, los 4 Fantásticos, Tom y Jerry, El Oso Yogui, Cachilo, Lassie, Corre Jou, corre… alguien se acordará es esta última serie?. Quiero que mi imaginación viaje con Jim West, el Hombre del Rifle, Combate, el Hombre Nuclear o que se vuelvan a juntar La Mujer Maravilla y la Mujer Biónica….
Quiero hacer la tarea con mi lapicera 303, remarcar los dibujos con los marcadores Sylvapen, usar kalquitos, simulcop y si me equivoco, borrar con aquella goma dura, esa que tenía la parte azul para la tinta y la color ladrillo para el lápiz negro.
Quiero jugar en los recreos con la pelota de medias, la que no rompía los vidrios de las aulas, hacer avioncitos con el papel brillante de las Titas o Rodhesia, comer un bocadito Holanda o un chocolatín Jack.
Quiero veranear en la playa ’99, colgarme de las pasarelas, juntar calafates en una botella de vidrio, encontrar revistas viejas es algún basural, jugar a los cowboys con las carretillas de una cabeza de capón, sacudir las ramas salientes de algún árbol de damascos semimaduros o buscar flechas de indios en las lomas blancas…
Quiero tomar agua de la manguera, jugar al carnaval con el pomo amarillo en el que venía la lavandina…, quiero festejar año nuevo con virulana prendida y atada a un alambre. Quiero jugar con la nieve a pesar de las zapatillas agujereadas en la suela…
Quiero terminar cansado de respirar el aire libre en cualquiera de las cuatro estaciones. Sin bronceador para los rayos del sol de enero, ni guantes térmicos en el frío de junio. Quiero irme a dormir a las diez de la noche con las canciones de Patoruzito, el Topo Gigio o Los Parchís.
Quiero soñar que otra vez soy un pibe. Quiero apoyar la cabeza en la almohada un sábado a la noche, esperando que el Día del Niño me sorprenda con la edad que aún perdura en el alma.