Seguro que te pasó así. Que soñaste así.
Un arco y la tribuna colmada. La hinchada que parece desmoronarse hacia el alambrado. Gritos y cánticos que impiden que escuches las órdenes del técnico. Pero alcanzás a entenderle. Pide que en la próxima le des firme al arco, que remates y no que elijas el pase profundo.
Ves la hinchada atrás del arco. Parecen matas, pero son cabezas apasionadas que le gritan al árbitro por una falta no cobrada. Se escucha clarito un insulto al arquero para que no haga tiempo.
Y se mueve la hinchada. Tu hinchada. Parecen montes que se balancean con el vientito fresco. Pero no. Son los fanáticos que se mueven al compás de un cantito tribunero. Quieren un gol.
Alguien cae y se interrumpe el juego. Mirás de reojo atrás del arco. Los montes… digo, la hinchada ruega por un gol que haga morir el empate en tres. Ya se vivió un partidazo, pero en estos dos últimos minutos quieren más. Transpiran a pesar que hace frío. La pasión no reconoce temperaturas.
El lateral derecho recibió en la mitad de la cancha, la tiró larga y desbordó por el costado. A la altura del área grande levantó la cabeza y metió un centro pasado, justo por donde vos trepabas acompañando lo que podría ser el último ataque.
La pelota venía alta, pasó por arriba de la medialuna, sobró a los centrales, pero el «4» parece que va a llegar con el cabezazo. Igual vas hacia adelante con una mezcla de fe y de instinto que nadie sabe cómo se genera. Y la vas midiendo.
Si el «4» no llega te cae justo para la zurda. Así, de aire. Cuando la pelota empieza a caer, la distinguís y atrás se notan las bocas abiertas de los montes, digo… de los hinchas y después sólo sentís como el cuero redondito se encuentra con el empeine zurdo. Y sin que toque el piso de tierra, ella va derechito al otro ángulo, el izquierdo de un arquero que la ve pasar y sólo alcanza a girar el cuello para ver que la red se mueve arriba, en lo más alto.
A los hinchas se les nota la vena del cuello gritando el 4 a 3 agónico. Te querés colgar del alambrado, pero no está. Te querés abrazar con todos, pero estás solo. No importa, es tu gol, el del triunfo, el de la felicidad.
Nota: Feliz día a todos los futbolistas que no pierden la ilusión de hacer el gol más lindo de su vida.
Alejandro Carrizo