Por Alejandro Carrizo
Ahora resulta que al señor se le ocurre hacernos moquear otra vez. Como si fuéramos lloronas contratadas para un velorio, así nos trata el tipo. Como pasó en Punta del Este, en Capital Federal ó en Emiratos Árabes, cuando le metió sendos caños a la parca.
¡Quién te creés que sos! ¿Maradona?
Vos, que desparramaste hijos por el mundo, que fuiste amigo de la camorra italiana, que insultaste al Papa, que trataste de traficante al presidente de la FIFA, que comparaste con un cartonero al presidente de Boca.
¡Quién te creés que sos! ¿Maradona?
Vos, que volteaste ingleses como hubiera querido un Teniente en Malvinas, que salvaste vidas con tu nombre, que derribaste a los poderosos del norte italiano con la casaca de los pobres del sur, que ganaste una final del Mundo y llenaste la Plaza de Mayo, que perdiste una final del Mundo y volviste a llenar la Plaza de Mayo.
¡Quién te creés que sos! ¿Maradona?
Vos, que te hiciste amante de la cocaína y compadre del champán, que sacaste a los tiros con balas de goma a periodistas que trataban de saltar el cerco de entrada, que nos dejaste sin nada por el positivo en Estados Unidos ’94.
¡Quién te creés que sos! ¿Maradona?
Vos, que defendiste la celeste y blanca con un tobillo como un trompo, que puteaste a los tanos en su casa cuando silbaban el himno argentino, que casi retirado volviste para ganarle el repechaje a Australia y borrar el humillante 0-5 con Colombia.
¡Quién te creés que sos! ¿Maradona?
Vos, al que nadie podía tocarle el hombro, que miraste feo al que te negaba una copa de alcohol, que te calentaste porque no te querían vender una Ferrari pintada de negro, que volvías a casa a la hora que querías después de un partido en la Liga Italiana.
¡Quién te creés que sos! ¿Maradona?
Vos, que defendiste a Garré y al Tata Brown de las críticas, que cambiaste el reglamento con la doble amarilla que ahora defiende a los habilidosos, que te peleabas con el técnico del Nápoli para jugar con la Selección.
¡Quién te creés que sos! ¿Maradona?
Vos, que bailaste con el poder de Sinaloa, que te sentaste con los jeques árabes para cenar manjares, que te negaste a exámenes de ADN por hijos extramatrimoniales.
¡Quién te creés que sos! ¿Maradona?
Vos, que fuiste el padre de tus siete hermanos y tus propios padres, que te aferraste al sándwich de milanesa de Doña Tota para compartirlo con el Goyo, después de golear a algún equipo con los Cebollitas.
¡Quién te creés que sos! ¿Maradona?
Vos, que probaste todos los pecados, que fuiste infiel a los principios de la convivencia, que no podías hilvanar tres palabras a la salida de un restorán.
¡Quién te creés que sos! ¿Maradona?
Vos, que agarraste la pelota después del 2 a 2 de Alemania y gambeteaste para adelante para buscar el título de México ’86, que llenaste de felicidad a millones de argentinos con una simple pelota de futbol.
¡Quién te creés que sos! ¿Maradona?
Vos, que fuiste indomable para los poderosos, que te convertiste en esperanza de los que poco tienen, valiente como casi nadie. Amigazo de los amigos. Gastaste la vida como los mortales más fuertes, como los inmortales más legendarios.
Sí, sos Diego Armando Maradona, ejemplo de nadie, contradictorio como pocos, humano en sus falencias e inigualablemente Todopoderoso con una pelota en los pies.