_ «Metele fuerte al de remera azul. Que le duela». Así le dijo el ‘Tumba’ al ‘Tachuela’ cuando estaban defendiendo un tiro de esquina.
El pibe encaró como casi siempre. Poco le importó que la cancha estuviera embarrada, la pelota más pesada y las zapatillas como zancos por la greda pegada a la suela. A los 12 años, esas cosas poco interesan.
Notó tres siluetas en la ruta hacia el gol, pero había que desempatar el 9 a 9 antes de que termine de caer la noche. Ya se veía poco, igual alcanzó a distinguir que la silueta más robusta salió a buscarlo. No había pase porque en un rebote, los amigos de la cuadra habían quedado atrás, defendiendo.
El grandote ya lo había chocado dos veces y en la segunda, al pibe le dolió hasta la mirada. Entonces, creyó que un tercer golpe lo podía desarmar como una marioneta. «Tumba» le decían al grandote porque a casi todos los enterraba de cabeza. Con sus 14 años ya era el capitán de la Séptima y por eso casi siempre matoneaba en los picados del barrio.
Cuando lo tenía cerca, amagó enganchar hacia adentro y el «Tumba» abrió más de la cuenta la pierna derecha. La pelota le pasó limpita entre las piernas y cuando se quiso frenar, patinó como el chori en el plato enlozado. Quedó horizontal.
Se venía el más petiso, el «Tachuela». Cerraba desde la derecha hacia adentro, como cuando el «4» va a la espalda del «2». El pibe se acomodó para pegarle al arco antes de que llegue el esfuerzo de «Tachuela», pero la pelota estaba muy pesada. Entonces, cuando llegó el petiso, la acarició con la parte interna de la derecha para hacerla descansar un segundo en la izquierda. Fue instinto, porque no lo pensó, le salió así. Tampoco creyó que «Tachuela» se iba a jugar la vida en el cruce, pero pasó de largo como la ojota de la Vieja cuando le erraba el viandazo que apuntaba a la cabeza del pibe revoltoso.
La tercera silueta era el arquero. Quedaron los dos solos en ese pedacito de potrero embarrado. La pelota blanca ya era de color de la tierra y seguía acumulando más barro. ¿Puntazo a un costado o gambeta larga?. Puntazo eligió. Pero le salió mordido. Débil porque justo le dio del lado que tenía más barro. Pasó por el costado del pie derecho del «Sapito» que había salido a achicar. Iba al gol, por abajo, despacito contra un palo.
Cuando estaba por entrar, dio en un terrón que alguno se sacó de la suela de la zapatilla. Se abrió más de la cuenta, dio en el palo y salió.
Se terminó el partido. Empatado porque ya no había más luz. Entre las sombras alcanzó a ver los dientes del «Tumba» en la cara embarrada.
Saliendo de la canchita casi chocan. El pibe lo dejó pasar porque era más grandote. Ya le había faltado el respeto como más le gustaba.