Osvaldo Santana, siempre pelota dominada

Es uno de los emblemas del futbol comodorense. Apenas se menciona el apellido Santana en el ámbito de la pelota, el vínculo es inmediato: Jorge Newbery. No nació en las calles aledañas a la cancha y tampoco en los barrios altos de la ciudad. Es mendocino, llegó con 21 años a Comodoro y enseguida se tatuó la casaca del Lobo. Así charló en el programa “De punta a punta” de Radio Crónica (FM 102.1).

El arribo de Osvaldo Santana a Comodoro tuvo una historia particular. “Llegué en septiembre de 1982, apenas había escuchado de la ciudad porque con la Guerra de Malvinas, Comodoro era un lugar que se repetía en los noticieros. Cuando llegué hacía un frío tremendo. El viaje fue larguísimo y cuanto más duraba, más frío hacía. Cuando bajé del micro, lo primero que pensé es ¿qué hago acá?. Tenía ganas de volverme. Hoy agradezco mucho no haberme ido. Comodoro es mi ciudad, acá nacieron mis hijos, hice mi vida, me dio trabajo, amigos, todo lo que se puede pedir”.
Tampoco fue feliz el comienzo con la pelota. Llegó a Newbery desde Mendoza a través de la gestión de dos periodistas deportivos, Ramón Rosa Saldaño y Braulio Ruiz. “Don Braulio fue dirigente y también hincha del club, él hizo las gestiones con Ramón Saldaño. Yo estaba en campamentos de YPF en Mendoza, jugaba futbol medio intermitente, después de haber pasado por las inferiores de Gimnasia de Mendoza y Godoy Cruz. Me había prometido algo en Godoy Cruz, no cumplieron y no fui a jugar más. Conseguí un trabajo en Malargüe, en el Petróleo y empecé a jugar la liga local con Deportivo YPF. Ahí conozco a Saldaño que me pregunta si me gustaría jugar en Comodoro. Acepté, lo tomé casi como una aventura y al final fue la decisión más importante de mi vida”.


Era 1983 y Newbery debía jugar el Regional de ese año. “Siempre pasó aquello de la adaptación de los que llegaban de afuera. Era difícil porque éramos bien rentados, mientras que otros muchachos lo hacían por una cuestión más de hobby pero con un sentido profesional muy fuerte. Me ayudó mucho en la adaptación un tipo muy bueno conmigo como el “Pica” Miranda. Junto a “Pimpino” Henríquez me ayudaron mucho para integrarme. Después, por mi personalidad, me fui haciendo de muchos amigos, compañeros de la cancha pasaron a ser parte familiar en mi vida. Es enorme la cantidad de amigos que tengo gracias al futbol”.
Osvaldo no olvida un punto neurálgico de aquellos tiempos, “Lalo Uribe fue una persona muy especial para mí y para muchos de los que jugábamos al futbol en todos los clubes de la ciudad. Te ayudaba en todo, te curaba de lesiones, te aconsejaba. Si no tenías para comer te ponía un plato en la mesa. Hasta prestaba plata a quienes lo necesitaban. Un ser muy especial para todos. y no hablo de la gente de Jorge Newbery, club con el que estaba más cerca, sino de todos los clubes. Ni hablar del futbol de salón. Un tipo impresionante, jamás ví a otro igual”, recordó Santana.
Ya cerquita de las seis décadas, Santana sigue con la casaca del Lobo en el pecho. Juega en los Veteranos, en Maxi Masters. “Es un encuentro que ahora perdimos por esto del Coronavirus, pero ya vamos a volver a juntarnos. Obvio que se extraña mucho porque es jugar siempre con los amigos de la vida, con los que luchaste por una camiseta en varias ciudades. Es repasar la vida deportiva cada fin de semana y ni te cuento cuando te encontrás con otro muchacho de aquella época”.
Además de Jorge Newbery también jugó en Huracán, Petroquímica y Talleres Juniors en nuestra ciudad. Fue refuerzo en torneos Regionales de Estrella Norte de Caleta Olivia y Germinal de Rawson, pero su corazón siempre fue “aeronauta”. “Es lo que siento, soy de Newbery hasta el final. Mis hijos también sienten como yo y eso hace más fuerte este amor incondicional por estos colores que llevo en el alma”.